Una esbelta silueta de largas alas acodadas se dibuja sobre
el cielo azul de la laguna zigzagueando. De repente hace un quiebro y se deja
caer, con las garras abiertas, para intentar atrapar su presa entre la
vegetación palustre. Ruidos, chapoteos,
aleteos, y la inconfundible alarma de una focha, se dejan oír a través
de la espesura del carrizal. De repente surge de entre la maleza de nuevo el ave, no hay nada entre sus
garras, la presa se escapa, no hubo suerte esta vez y prosigue su incansable
búsqueda en los dominios de la laguna, se trata de nuestro mayor Aguilucho, el
Lagunero (Circus aeroginosus).
Este ave manifiesta una marcada preferencia por los terrenos
pantanosos y su aparición, siempre repentina, inesperada, siembra el pánico
entre las aves acuáticas. Sin embargo los patos y piezas mayores nada tienen
que temer de esta rapaz, diestra, pero poco rápida, bien armada, pero a la vez
muy endeble para apoderarse de presas tan voluminosas.
Se trata por otro lado de un ave perezosa y apática que no
arriesga mucho a la hora de cazar, procurando hacerlo sobre presas fáciles como
jóvenes y pollos de acuáticas y otras que han sido heridas en cacerías. A pesar
de todo esto, se estima que en vuelo de caza alcanza los 50km por hora, por lo que es más rápido que la
mayoría de los aguiluchos.
Este aguilucho, de plumaje delicadamente coloreado,
principalmente castaño oscuro; el macho tiene el pecho ocráceo listado, grandes
marcas alares gris-azulado y cola gris; las hembras tienen el cuello y píleo
pálido; el macho en vuelo muestra anchas bandas grises en las alas.
Todas las descripciones de plumajes sirven para dar una idea
general de la coloración de estas aves, pero no para definirlas con exactitud,
pues las variaciones individuales son muy grandes y sobre todo, los estados de
transición desde jóvenes a adultos dan lugar a una gran variedad en el color
que origina frecuentemente confusión al identificarlos.
Las fotografías que acompañan el texto se han realizado en la
Laguna del Taray de Quero, ubicado en una finca privada del mismo nombre
cercana al municipio de Villacañas, siendo uno de los humedales más importantes
y mejor conservados de la mancha húmeda. Hace algunos años, este idílico rincón
sufrió en sus carnes la contaminación de la laguna a través del río Riánsares,
pero gracias al gran esfuerzo de los propietarios, la familia Oriol, la laguna
vuelve a estar llena de vida. Este esfuerzo titánico, es de agradecer, pues gracias a ello, hoy en
día podemos disfrutar de un entorno totalmente recuperado. En uno de los
rincones de la finca está situado el hide de la Mangada o de los Laguneros. Se
trata de un hide que no deja indiferente a nadie, enterrado en el suelo, el
cristal a unos 10cm del mismo, lo que nos da una perspectiva como si
estuviéramos tirados en el suelo pero con la comodidad de estar sentados en una
silla, todo un acierto. Cómodo, bien situado, buenos fondos, buena luz y sobre
todo, lo más importante, varios ejemplares de laguneros sobrevolando la zona y
haciéndonos disfrutar con sus vuelos y posados, que más se puede pedir. Para
terminar me gustaría darle de nuevo las gracias por la invitación al anfitrión
Camilo Oriol por el trato y atenciones recibidos, me he sentido como en casa.
También a Máximo responsable del buen funcionamiento de los hides, su trabajo y
dedicación hace que todo parezca fácil pero no lo es, se requiere mucho trabajo
y saber hacer. En resumidas cuentas, un rincón privilegiado y aconsejable para
fotografiar y sobre todo para DISFRUTAR.
Un saludo
Las fotografías son de Camilo Oriol y Abel Fernández y las ópticas usadas son un 300mm y el 70-400mm.
Abel un trabajo buenisimo con una luz de lujo y bien compuestas, una gozada para la vista. Un saludo desde Zumaia.
ResponderEliminarPreciosas fotos y muy cuidado trabajo, como siempre. Eres un crack!!! Saludos de tu compi convaleciente ;-)
ResponderEliminarMenudo lujo de imágenes...Habrá que reservar plaza...Un abrazo.
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